De qué me sirve el intelecto, sino para buscar algo lindo
que decirte.
De qué me sirven estas manos, sino para acariciar esas
suaves mejillas.
De qué sirve el hambre, sino para comerte a besos.
De qué sirven mis ojos, si ya no te ven.
De qué me sirven estas piernas, sino puedo correrte por los
prados.
De qué sirve este corazón, si sólo late por inercia y no por
escuchar latir el tuyo.
Tantas cosas que ya no sirven, o están, pero sin importancia.
Tantas cosas que brillan por su ausencia.
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