jueves, 23 de agosto de 2012

parte II


-La cosa es que… ¿vos que sentís por mí?
Sentí como si algo subiera por mi garganta, agradecí no haber desayunado. Ya había empezado con este tema una vez,  y casi me cuesta el trabajo. No pensaba mentir, estaba muy enojado ya como para hacerme el desentendido, y muy cansado como para darle vueltas al asunto.
-Andrea….no empieces, simplemente no lo hagas.  Ya sabes cómo sigue este tema.
-Hace cuánto que no la pasamos como antes, ¿te acordás? Eran buenos momentos, ahora ni me hablás, ni mensajes, ni llamadas, ni nada. Con suerte recordás que existo.
Mi mente no quería pensar, el vómito verbal asomaba, y no podía dejarlo salir. Tenía un trabajo que mantener si quería seguir estudiando.  No podía permitir que estas cosas arruinaran mi primer trabajo decente.
-Em…estoy muy ocupado.  Estudio y trabajo, no sé si sabes, pero vivo solo y me tengo que mantener. Y de esos momentos que vos decís…preferiría dejarlos en el pasado. Esto es una relación laboral,  me parece que no da algo como vos y yo en todo esto.
-Yo puedo hacerte entrar en empresas mucho mejores que ésta, ganando mucho más. Sólo te pido que vengas conmigo.
Como decirle que no quería, que no la quería. Que si había estado con ella era simplemente porque era linda y yo quería sólo un rato de distención, de placer. Creí que a ella le pasaba lo mismo… 30 años, no era una nena, tenía experiencia. ¿Qué podía ver en mí? No se lo iba a preguntar tampoco. Me limité a contestar secamente.
-No gracias, no quiero. 
Su cara cambió por completo. Sus ojos estaban inyectados en odio, furiosos.
-Ojalá te acuerdes que estás en la cuerda floja con la empresa, un tarde más, un mal desempeño o algo y (hizo un gesto como que me cortarían la cabeza) zas! Y que también recuerdes que la jeja de personal, o sea tu jefa, soy yo. La que recibe órdenes de despedir empleados basándome en mi propio criterio de los mismos soy yo.
No servía insultarla, no ganaría nada. Pensé en gritarle, renunciar e irme. Pero no, eso quería ella, y no le iba  a dar el gusto.
Salí del auto, todavía faltaba una cuadra, no me importaba. Llegué todo empapado. Andrea estaba tomándose un café con su secretaria. Al verme, espetó:
-Recuerde que no se le aceptarán más llegadas tarde, ahora póngase a trabajar.
Ante mi mirada de descontento agrego:
-¿O le tengo que enseñar dónde está su cubículo?
Sucia asquerosa maldita perra…mi mente era una caldera, a punto de estallar. No respondí, caminé en dirección a mi panel y me senté en mi silla.
No quería nada más, me recosté un poco y medité en silencio. ¡Qué vida de mierda! Fue mi única conclusión.
Prendí la pc y empecé con el trabajo. Había terminado casi todo el Viernes, así que tenía muy poco.

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